Arantzadi en el tiempo
La Vuelta de Arantzadi, perteneciente desde tiempos inmemoriales al barrio de la Magdalena de Pamplona y actualmente conocida como la zona comprendida entre el camino que parte de la calle el Vergel y sigue paralelo al río Arga y al meandro, entre los puentes de Magdalena y de San Pedro, cuenta con una amplia historia que según la documentación más antigua se remonta hasta finales del siglo XIII.
Así las primeras citas conocidas y pertenecientes a episodios bélicos de la guerra de Navarreria, allí por el año 1276, narran ya al paraje con la voz occitana de “verger o vergel” que equivale a “huerto”.
Es por ello que desde ya esa época se reconoce al paraje por su valor hortícola tal y como se refrenda en los textos de 1350 de los archivos de San Cernin dónde se cita la zona por sus huertos y viñedos: «Huerto en el término de Arançedi, termino de Pomplona, afrontado de una part con el huerto del Hospital de Sant Miguel de Pomplona et de la otra part con vinna del Arcidiagno de la Tabla de Santa Maria de Pomplona, et tiene de luengo del rio que se clama Runa [actual Arga] ata el sendero de entre los huertos de Arançedi».
Otro de los títulos que ostentó Arantzadi durante una época ya más reciente fue el de Vuelta del Cholo. Este nombre hacía referencia a la taberna del mismo nombre, años atrás muy concurrida por las gentes de toda Pamplona, donde con la llegada del buen tiempo (y en especial los días festivos) no faltaban en sus puertas las partidas de bochas y el juego de la rana, populares entretenimientos para adultos mientras se disfrutaba de unos tragos del buen vino que se servía en Casa Cholo.
También este paseo fue conocido popularmente años atrás como la Vuelta de los Curas, denominación que le fue dada por ser antiguamente un recorrido muy frecuentado por los sacerdotes y seminaristas de Pamplona para rezar su breviario, acompañados por la paz y la tranquilidad que siempre ha ofrecido este ‘lugar de espinos’ (arantze ‘espina, espino’), tal como dieron en llamar los antiguos en su «basconea lingua» y que da origen a su actual denominación de Arantzadi.
- Cuadrilla de Rouzaut jugando en Casa Cholo - |
Algunas de ellas son inigualables exponentes de la suntuosidad y el influjo de los aires modernistas como Casa Arraiza o Irujo, otras por contra reflejan un entrañable sabor rural. Adornadas algunas con porches, idílicas fuentes entre selvas de exótica vegetación y majestuosos pavos reales, clarifican a pesar del tiempo aun en nuestros días, el sosiego de otra época y la sociedad de las damas, señoritos y criadas, rodeados de hacendosos hortelanos trabajadores de la huerta en un espacio ya irrepetible en el resto de la moderna ciudad actual.
No obstante es durante estos últimos 40 años cuando Arantzadi ha sufrido sus alteraciones más importantes con la invasión de más de un 30 por ciento de la superficie del meandro, sustituyendo campos y huertas por edificaciones. Todo ello con el beneplácito de los ayuntamientos de turno, más preocupado por hacer favores que por ordenar y proteger un territorio privilegiado y único.
De esta forma se edificó el convento de las Monjas Agustinas por el prolífico arquitecto pamplonés Fernando Redón en 1967, trasladándose la congregación desde el antiguo convento de San Pedro (lo que hoy conocemos como Monasterio Viejo de San Pedro). Posteriormente la residencia geriátrica El Vergel y el elitista Colegio El Redín que regentado por el Opus Dei fue el primer colegio de Fomento en España y que todavía hoy mantiene la separación por sexos, a pesar de nutrirse de importantes recursos públicos, y la integración de sectores problemáticos brilla por su ausencia.
El centro Viálogos de la Caja de Ahorros de Navarra, ocupa desde hace unos 12 años un antiguo chalet además de una parcela de unos 5.000 metros cuadrados para aparcamiento exclusivamente privado para centro de formación y reuniones de importantes ejecutivos y poderosos directivos de la hoy volátil “Banca Cívica”.
Las nuevas piscinas públicas de Aranzadi se construyeron hará unos 25 años, para sustituir las ya previamente existentes al otro lado del rio (actual parque de la Runa) En estas antiguas piscinas, hace 45 años y en pleno franquismo, la cultura pazguata hacia que se alternasen los días para el baño masculino y el femenino.
Frente a todas estas grandes edificaciones que han ido surgiendo en el meandro de Arantzadi, existían otras más modestas, algunas hoy cerradas, como es el caso del Centro Serafín Argaiz Sanfelices, (centro de educación especial) la casa del que fuera concejal en el Ayuntamiento Casa Gortari y alguna otra tristemente desaparecida como la denominada Lorea Etxea, que existía junto al puente viejo de San Pedro y que fue derribada por las excavadoras del entonces Alcalde de Pamplona Sr. Alfredo Jaime. Precisamente ya entonces la puesta en marcha de un descabellado plan municipal para con el meandro puso en pie al vecindario y la ciudadanía frente al “sistema de la excavadora”.
No obstante el corazón de Arantzadi ha perdurado más o menos virgen al cemento de estas recientes edificaciones más periféricas y las huertas como antaño han conservado su protagonismo dentro del meandro. Destacar como grandes protagonistas del lugar a la dinastía de la familia Arraiza que además de su suntuosa casa han mantenido hasta nuestros días una importante superficie de las huertas que hoy siguen cultivando familias como los Beroiz o Soto.
Importante citar también Casa Aldaia con su huerta, una de las pioneras en el cultivo mediante el sistema de agricultura ecológica. Esta familia como otras tantas comercializaba directamente sus verduras en el mercado de Santo Domingo desde mitades del siglo pasado. Trasportando diariamente los alimentos desde la huerta al puesto del mercado, primero con un carro y un caballo y más tarde con una furgoneta.
Antes de entrar hacia casa Aldaia se encontraba la denominada Casa Gurbindo y el precioso y catalogado Cedro del Líbano anexo a la misma. Esta casa ya está siendo transformada para acoger el Centro de Interpretación de las Huertas de Arantzadi, que va a instalarse en el futuro parque.
Junto a la presa de San Pedro estaba “Casa del cubano” cuyas vacas lecheras allá por los años 60 salían al rio a beber agua, conducidas por Javier el cubano, con el consiguiente revuelo entre los bañistas, que en verano, se situaban en esa orilla del rio para pescar y refrescarse junto a la presa.
Muy cerca del convento anteriormente citado de las Agustinas estaba también Casa Zabalza, que tuvo ganadería de vacas y venta de leche, además de huerta. Esta casa tristemente ha sido derribada a comienzos de este mismo año, para dar paso al nuevo vial que delimitará la manzana de edificaciones ubicadas al principio de la Vuelta de Arantzadi. Y también en esa zona y junto a Casa Cholo la llamada Casa el Maestro, siendo Don Jacinto Monreal uno de sus habitantes, el que durante muchos años impartió su magisterio en las escuelas de San Pedro.
De paseo por Arantzadi
Acercarnos desde el Casco Viejo de Pamplona por el Portal de Francia (Zumalacárregui), la Txantrea o la Rotxapea al excepcional paraje de huertas y vegetación que constituye el meandro de Arantzadi, nos permite disfrutar de una zona de paseo y esparcimiento que no deja a nadie impasible. Nada más poner los pies en este enclave nos invade siempre la misma sensación, ¡cómo se ha mantenido en una capital moderna del siglo XXI este bucólico rincón de huertas y fincas de recreo!.
Posiblemente, el aislamiento tradicional de esta península de tierra bañada por las aguas del Arga y el constante y laborioso trabajo de sus hortelanos y vecinos ha obrado el milagro. Y es que durante siglos la isleta de Arantzadi ha sido un pequeño paraje destinado al paseo y el aprovisionamiento de víveres que por fortuna aún a día de hoy sigue vigente en los mercados municipales y el mismo meandro gracias a familias como los Beroiz, Soto y Aldaia o la mucho más reciente Elkarkide.
La cultura del agua
Los habitantes de Arantzadi han convivido durante siglos en perfecta comunión con el río, pieza clave y que da forma a la orografía del terreno. Gracias a sus aguas los hortelanos han regado sus campos y huertas desarrollando su ingenio para contrarrestar las periódicas inundaciones en épocas de lluvia y creando un complejo sistema de canalización del agua.
Agustín Beroiz, uno de los veteranos agricultores de la zona, describe las riadas como algo natural para los agricultores de la zona: «Si se anega no pasa nada si no hay corriente. Lo importante es que no tenga velocidad». Por ello es tan importante respetar el entorno tradicional de los ríos, ya que cualquier actuación humana en sus orillas transforma su condición natural, pudiendo provocar crecidas desproporcionadas en otros puntos de su recorrido.
Y es que la sabiduría que han acumulado los hortelanos de este rincón pamplonés a lo largo de toda la historia es muy rica. En palabras de Javier Aldaia: “Cada seto, cada muro o cada grupo de árboles de Aranzadi está ahí por algo, y todos estos elementos tienen una función muy importante frente a las inundaciones, de manera que el agua discurre e inunda, pero no erosiona ni arrastra la tierra de las huertas. Cuando el río se desborda, atajando por derecho en las curvas y meandros, no está haciendo más que lo natural. Unos simples muretes o setos bajos, transversales a la corriente del río, servirán para que la tierra no sea arrastrada por la fuerza de las aguas y dejarán que éstas sigan sus cursos sin ocasionar daños. ¡Esto es cultura del río!”
Otras curiosidades
Desde un punto de vista histórico y etnográfico este hórreo es también único y sorprendente dentro de los monumentos de arquitectura popular que podemos contemplar en pleno Arantzadi. No se trata de un hórreo de tradición navarra, donde este tipo de edificios se localizan ya de por sí con cuentagotas, sino de una construcción muy singular y de líneas marcadamente astures.
Otras anécdotas históricas de este paraje las recoge también José Joaquín Arazuri. Según este autor, antiguamente muchas de las personas que se querían acercar hasta el convento de Capuchinos lo hacían por el camino de Arantzadi y, para salvar el río, al llegar a la orilla, frente al convento, hacían sonar una corneta que estaba siempre colgada para este fin de la rama de un árbol. Al oír el aviso, un fraile se encargaba de pasar el río con una barca para acercar al visitante hasta la otra orilla.
O como incluso remontándonos de nuevo en el tiempo y durante las guerras carlistas de 1874 el lugar fue habilitado durante un muy breve espacio de tiempo, como cementerio provisional en una gran finca detrás de la antigua Casa Moral.